Por: Priscila Amaro
‘’Ya no puedes ni caminar sola, sin que te chiflen o te digan algún piropo sucio que no hayas pedido, es horrible saber que existen hombres con hijas, hermanas y madres y aun así actúen de esa manera tan grotesca, frente a las demás mujeres’’.
Esa es una de las tantas declaraciones de mujeres regiomontanas sobre acciones o eventualidades que se repiten día a día.
El principal problema cotidiano y sistemático que las mujeres encuentran en los espacios públicos en el Área Metropolitana de Monterrey es el acoso sexual.
Esto hace referencia a diferentes formas de acercamiento con connotaciones sexuales no consentido hacia las mujeres, incluido el tocamiento, silbido, los roces, gritos, groserías, así como generar incomodidad a través de la persecución con la mirada fija y lasciva.
El acoso verbal y no verbal que sufren las mujeres condiciona de forma cotidiana su paso por la ciudad. El miedo y la inseguridad son dos factores claves que segregan a las mujeres de ciertos espacios públicos.
Ante dicha situación, las mujeres desarrollan determinadas estrategias, como el uso de auriculares para no escuchar lo que les gritan o les dicen, hasta elegir su ropa según el lugar al que vayan a dirigirse, así como evitar transitar por la ciudad de noche.
Esta aparece como el gran factor de inseguridad y miedo entre las mujeres; existen estudios y publicaciones oficiales las cuales señalan que en las horas en las que se oculta el sol ‘’las mujeres se sienten mas vulnerables’’.
El temor a sufrir una agresión sexual en el transporte publico también esta presente en ellas.
Una usuaria del transporte urbano nos narra como fue que ella vivió en carne propia tal situación:
‘’Yo solo estaba sentada, esperando mi parada, no me había percatado de nada, ya que yo venía muy entretenida leyendo y enviando textos, un hombre iba parado a un costado mío, y sentí como su miembro iba endureciéndose cada vez más, el muy cerdo se iba rozando con mi cuerpo, provocándose placer sin importar el miedo o incomodidad que me estaba provocando a mi, me quede helada, comúnmente no soy de las que se queda callada ante chiflidos o gritos, pero no supe como reaccionar, lo empuje con mi hombro y se dio cuenta de que me percate de lo que hacía y fue cuando paró, nunca me había sentido tan sucia y usada, me arrepiento de no haber hecho mas por defenderme’’.
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